MEMORIAS DE UN MIGRANTE. La vuelta a la patria después de 58… | by Auxi Báez | Sep, 2025

La vuelta a la patria después de 58 años.
Los viajes marcaron mi vida. En ellos, encontré historias fascinantes que parecen conectarse con algo profundo de mi historia familiar. El abuelo de mi abuela era español, un hombre que dejó un pequeño pueblo en el norte de España para buscar un futuro en tierras desconocidas. Sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos crecimos como paraguayos, las dos primeras generaciones en San Juan Bautista, Misiones, y las dos últimas en Asunción, capital del Paraguay.
Crecí con fascinantes historias sobre España. De niña, comiendo paella cada año en Jueves Santo o bailando flamenco en las milongas de una Taberna de Asunción, soñaba con conocer las calles de Alcalá y ser de la gente que viene y va. Al hacerme mayor, las anécdotas seguían y mi curiosidad no daba marcha atrás; Quería conocer España y sentir las alegrías en mis pies.
Un día entre papeles, mi abuela encontró a dos cebras con fondo verde añejado, era un cuaderno con tapa de cartón y hojas amarillentas, al rato de abrirlo me dijo:
¡Auxi, vení un ratito! Esto te va a gustar.
Lo agarré y al leerlo me dí cuenta de que era de mi Tatarabuelo Nicodemo Ruiz Huidobro. En él escribió el Prólogo y parte de un Diario de Viaje sobre su emocionante vuelta a la Patria. Sí, sin duda alguna encontramos un tesoro, motivo de tertulias después del almuerzo entre mi abuela Fátima, mi abuelo Armando, mi papá y yo.
El inicio de un legado
Nicodemo nació el 2 de agosto de 1897 en Huidobro, provincia de Burgos. Sus padres Julián Ruiz e Idelfonsa Huidobro, tuvieron 6 hijos, él era el menor. La familia de pastores que vivía en una casita frente a la Iglesia de San Clemente se fue desmoronando tras el fallecimiento de los padres. Fue entonces cuando el tío Serafín Huidobro, propuso a sus sobrinos viajar hasta América y empezar de nuevo.
Como era costumbre en esa época, la familia se mostraba muy creyente y devota a la Virgen María. Mientras esperaban al cura párroco (un pariente muy querido) para contar con su bendición, se pusieron a rezar el Santo Rosario, invocando también la protección de la Virgencita para el largo viaje que emprenderían en minutos. Es así que, en la tarde del 19 de octubre del año 1911, dos hermanos de tan solo 14 y 16 años decidieron alejarse de su tierra.
-Dos o tres días después también se sumó el hermano mayor.-
Los 3 hermanos descansaron cinco días en Burgos y seis días en Bilbao. El 1 de noviembre se acercaba y para entonces ya debían estar en Portugal. El barco zarpó y su desafiante aventura comenzó. Primeramente visitaron algunos puertos del Cantábrico hasta llegar a Cádiz. El 5 de noviembre pisaron por última vez tierra española.
En los últimos días de noviembre llegaron a Buenos Aires, Argentina, donde descansaron cuatro días mientras se preparaban para alcanzar su última parada: Paraguay. Pocos años después, dos de los hermanos se casaron con dos hermanas de Villarrica. Benito, el hermano mayor, se casó con Cándida Peralta, y Nicodemo, el menor, con Gumercinda Peralta. La primera pareja hizo su hogar en San Ignacio y la segunda en San Juan Bautista, ambas ciudades vecinas en Misiones.
Nicodemo y Gumercinda tuvieron cuatro hijos: Fabiola María Elías, Graciela María Margarita, Herenia María Teresita del Niño Jesús y Alfonso Mateo Ángel María. Ellos crecieron y se formaron en San Juan con un padre comerciante y una madre ama de casa. Al culminar el bachillerato era común abandonar el pueblo, por lo que tres de los hermanos partieron a Asunción.
Herenia nunca se casó, era maestra en el Colegio Santa Teresa de Jesús en Asunción y, en sus vacaciones, se dedicaba a viajar por el mundo. Visitó más de 20 países. Mi abuela siempre me contaba sus historias mostrándome las postales que enviaba en cada viaje. Yo era una niña, pero desde entonces ya era consciente de que, cuando fuera mayor, quería hacer lo mismo. Fabiola se casó con un inmigrante español, Don Antonio Achón, un catalán, y Alfonso se casó con Carmen Gutiérrez, una inmigrante chilena.
Graciela, mi bisabuela, fue la única que no hizo su vida en la capital. Se casó con Don Raúl Ferreira Rodríguez y se quedaron a vivir en las afueras de San Juan. Tuvieron cinco hijos, tres mujeres y dos varones; Carmen, Fátima (mi abuela), Lourdes, Rául y Ramón. La descendencia del tatarabuelo aumentaba tanto como sus años en la isla rodeada de tierra, así se llamaba Roa Bastos (un escritor paraguayo ganador del premio Cervantes, sin duda alguna el autor más reconocido del país) al Paraguay.
“En este querido Paraguay se pasaron 58 años, que son muchos, pero que no aminoraron en el que estas memorias escribe, los deseos de volver a ver la querida Patria Española”, menciona Nicodemus en su cuaderno.
Operación España: el sueño se hizo realidad
Cuando ya la edad y la poca salud pretendían abandonar su deseo hasta sepultarlo, nace la Operación España .
Asunción del Paraguay, 7 de julio de 1969
Por primera vez leí en los periódicos La Tribuna y ABC, el aviso de La Embajada de España, lo referente a la Operación España, pero me hice el callado, hasta que un día después me dice Alfonso:
— Has visto papá el anuncio de la Embajada de España. Me hice el desentendido y le dije que no había visto nada.
Pasaron los días y para su sorpresa, su hija Herenia le hace la misma pregunta, poco después también Antonio, su yerno. Pareciera que todos empezaron a confabular para que el Tatarabuelo contemplara la idea de viajar a España. Para eso, debía juntar sus documentos migratorios y presentar su solicitud a la Embajada de España en Asunción. A sus 72 años, Nicodemo no quería causar molestias, pero todos sabían cuánto anhelaba dicho viaje. Mi abuela solía decirme que su abuelo era un Santo; la persona más buena que había conocido, modesto como él solo.
Nicodemo con ayuda de sus hijos, volvió a soñar con pisar una última vez su amada España. Alfonso preparó un borrador de la solicitud, pero el Tatarabuelo no quedó satisfecho; Quería inspirarse, por lo que se dispuso a escribir sin perder más tiempo. Con la máquina, Don Ruiz logró dar forma a un texto que pudiera agradar a sus compatriotas diplomáticos. Aprovechó también para renovar su cédula de nacionalidad; Por suerte, ya tenía una foto revelada y decidió utilizarla.
Antonio también contribuyó a la Operación España. Junto a un amigo, realizaron gestiones y prepararon todo el papeleo necesario, incluyendo los registros migratorios, ya que, como muchos, el tatarabuelo no estaba inscrito como inmigrante. Gracias a las buenas venturas, todo se encaminó para presentar una solicitud con todas las letras.
El Director del Instituto Nacional de Migraciones, el Comandante Benítez Vera, lo atendió con especial deferencia y, por algún motivo, solo le cobró los estampillados del trámite, omitiendo impuestos y multas por no haberlo realizado en 58 años. Esto permitió que el pasaporte no se demorara y que entregaran la carpeta completa en tiempo maratónico.
Una mañana Alfonso recibió la esperada llamada, la solicitud había sido aceptada.
Está lista la solicitud de tu padre y no solo la suya, también la de tu madre, le comentó un amigo de apellido Mateo, quien trabajaba en la Embajada y era cliente habitual del laboratorio de Alfonso.
Nicodemo quedó estupefacto y muy feliz con la noticia, aunque no entendía cómo su esposa había obtenido la aprobación, la Tatarabuela Gumercinda no era española, sino paraguaya. La conferencia telefónica se tornó un poco extensa mientras Alfonso facilitaba datos de su madre. Sin embargo, surgió un problema: Gumercinda no estaba en Asunción, sino en San Juan, y ni siquiera estaba al tanto de la solicitud o tenía intención de viajar.
Así inició la Sub Operación: Convencer a mamá. Pasó julio, también agosto sin una respuesta definitiva para la esperada vuelta a España. Convencer a la Tatarabuela fue una tarea difícil que ni Nicodemo ni sus hijos lograron inicialmente. No importó la cantidad de llamadas que pudiesen hacer a San Juan, Gumercinda se negaba a dar una respuesta. En septiembre, la Embajada empezó a apurar con una respuesta, el Canciller Sr. Ovejero solicitó con extrema premura la confirmación de los viajeros, pues solo faltaban ellos para completar la planilla que debía enviarse a Buenos Aires.
Con determinación en la piel, Nicodemo se propuso viajar a San Juan para tener de una vez por todas la respuesta de Gumercinda. Avisó a Carlos Alegre, un colectivo amigo de la familia, para que lo llevese en su minivan privada. Mientras tanto, Carmen, su nuera, le preparó algo de comer y avío para disfrutar del camino. Al mediodía, ya estaba en camino.
La verdad es graciosa (por así decirlo), Gumercinda quería vestir un typoi (blusa tradicional de paraguay hecha de Ao Po’i -tejido de algodón- y encaje ju -similar al encaje de bolillo-) nuevo durante el viaje y Doña Amada aún no lo tenia listo. Nicodemo pudo descubrirlo al llegar a su casa del pueblo.
Para el sábado ya me terminará Doña Amada mis ropitas y después de eso podremos ir, dijo Gumercinda sentada plácidamente en el patio.
Para el Tatarabuelo esto no era opción, insistió en que debían estar en Asunción el lunes temprano. Le sugirió que sus hijas y la muchacha de la casa que cose, terminaran las prendas y así, ella podría viajar con lo mejor de lo mejor. La Tatarabuela ganó, no solo para presentarse en la Embajada, si no también para cruzar el charco.
Llegó el lunes y Nicodemo y Gumercinda también llegaron a Asunción. Alfonso acompañó a su madre a la Embajada, no sin antes realizar la fotografía para su expediente y de gestionar con eficiencia y velocidad todos sus papeles. El sábado 20 de septiembre, la Embajada organizó una fiesta de despedida, los tatarabuelos disfrutaron del evento y guardaron algunas fotografías de recuerdo, aunque no pudieron quedarse hasta el final de la verbena, debían volver y preparar las maletas.
Al día siguiente, domingo 21 de septiembre, comenzó la primavera y también floreció en la pareja una hermosa ilusión: la de cumplir un sueño al compás de un buen tanguillo. El apuro fue tal que ni tiempo tuvieron para ir a misa. A las siete y media de la mañana, todos los viajeros ya se encontraban en el colectivo, listos a emprender rumbo a Buenos Aires y, finalmente, surcar el océano.
Entre lágrimas y emoción, Nicodemo y Gumercinda se despidieron de sus hijos y nietos, la alegría era inmensa, tanta que el Tatarabuelo escribió:
“Quiero dejar constancia de mi más íntimo agradecimiento a Dios Nuestro Señor por el beneficio y gracia comedida, y también un aplauso a los que tuvieron la iniciativa de la realización de la Operación España que fue razón de algunas muchas alegrías y satisfacción a tantos corazones españoles como el de estas memorias se atreve a relatar. Corazones agradecidos y nobles que nunca olvidarán el gesto del Gobierno Español, gesto creo no conocido ni efectuado por ninguna otra nación, pese a tantas alarmas discriminadas por estas extensas tierras de Colón. ¡Viva España y viva Hispanoamérica!” NRH
Cruzando fronteras
La Operación España , llevada a cabo en 1969, fue una estrategia de la dictadura franquista para repatriar españoles con más de 25 años viviendo en Latinoamérica, invitándolos a regresar a la Patria. El Gobierno Español se encargó de los pasajes en buques para el viaje de ida, de financiar la estancia de tres meses en hoteles y, para aquellos que deseaban volver a su segunda Patria, también se encargó de cubrir los pasajes aéreos.
Tres buques fueron los encargados del viaje: la Ciudad de Barcelona, el Satrustegui que transportó a quienes embarcaron en los Puertos del Caribe, y por último el Cabo San Vicente, con todos los residentes del cono Sur procedentes de Argentina, Chile, Uruguay y Paraguay. Sí, en el tercer buque, permanecieron por 14 días Nicodemus Ruiz y Gumercinda Peralta hasta llegar al fin a la Patria. En su mayoría personas de la tercera edad, pero también madres jóvenes y sus hijos, adultos que emigraron de niños o siendo bebés, un total aproximado de 1.400 personas volvieron a sentir el aire mediterráneo de la amada España.
No puedo terminar este escrito sin aclarar que, aunque mi tatarabuelo simpatizaba con un gobierno dictatorial y con el franquismo, yo no lo hago. Nos une la sangre y la pasión por descubrir nuevos horizontes, pero los valores le pertenecen a cada persona y los míos son distintos. Rechazo toda ideología que atente contra los Derechos Humanos.
Dicho esto, su memoria me pertenece como parte de mi historia familiar, y desde ahí elijo admirar las enseñanzas.
Los sentimientos al partir de una patria a otra son un entretejido de emociones contradictorias: la urdimbre es la esperanza, el miedo y una inevitable melancolía son la trama. Cambiar de vida es despojarnos de lo conocido, para abrazar lo incierto. Pero no existe emoción más pura que la de regresar a la matriz, al cariño de una madre, a la tierra que nos vio nacer, como si al volver a ella nos encontramos, por fin, el tejido convertido en una manta que abraza y nos recuerda lo que siempre hemos sido.
Las memorias de mi tatarabuelo me hicieron reflexionar sobre cómo nuestras raíces trascienden el tiempo y las fronteras. En su historia encontré a Valentina, la prueba de que nunca es tarde para buscar nuevos horizontes sin perder de vista quiénes somos. Su vida nos muestra que el pasado no solo nos define, sino que también nos impulsa a construir el futuro con sentido y propósito.
Hay algo profundamente humano en esa conexión que atraviesa generaciones, en ese lazo invisible que nos vincula a quienes caminan antes que nosotros. Su legado es un recordatorio de que las distancias no rompen vínculos y que, en cada sueño alcanzado, habita una parte de quienes nos precedieron, ellos nos guiarán a lo largo del tiempo ¡Qué hermoso es ser capaces de unir mundos con el corazón!
Escrito por: Auxi Báez @auxi___
Basado en el diario de viaje de Nicodemus Ruiz de Huidobro, mi Tatarabuelo, y en las historias de Fátima Ferreira Ruiz, mi abuela.
Fuentes externas consultadas: